miércoles, 17 de agosto de 2016

Relato - Despiértame

Mientras caminaba con parsimoniosa ceremonia hacia la salida de cuya elección esa chica de rasgos duros no habría sido jamás responsable, oyó una voz a sus espaldas.
No te hagas la mártir. No has descubierto nada nuevo. No es un giro dramático en una de esas obras tuyas de Vaudeville ni un cariz inesperado en una de tus excéntricas pero ya argumentalmente oxidadas novelas. Sabías como era. La sorpresa debería ser inexistente.
La figura que se alejaba hacia la puerta se detuvo. Y con una calma que le habría puesto los pelos de punta a un reptil de la familia de los quelonios, también llamados tortugas, giró levemente el cuello para mirar a su interlocutora por encima del hombro.
No me decepciones antes de salir de la estancia, por favor. Estabas representando extraordinariamente bien el papel de mujer déspota y glacial que impera con la supremacía de quien ignora argumentos pragmáticos y los entierra bajo una capa de frugalidad disfrazada de razonamiento crítico. Si ahora te excusas, la creciente excitación que había empezado a generarse en mi entrepierna tornará presta en un molesto hormigueo que me dejará muy mal sabor de boca, por no decir que mi autocomplacencia no necesita alimentarse últimamente.
Estas palabras, dichas en un tono monocorde arrancaron un exasperado bufido de la chica que la había increpado al salir.
Siempre te has considerado demasiado elevada para mantener una conversación recíproca en este mundano plano terrenal, ¿no es así? Para alguien como tú debe resultar tremendamente arduo poner los pies en la tierra y olvidar por un momento todos esos asuntos de profundidad astral a los que achacas tu absoluta falta de interés por la vida humana. ¿Cómo pretendes que no me enerve hablando contigo?
Ahora, ambas estaban frente a frente a frente. El ceño fruncido de una enfrentado al gesto de frívola pero educada incredulidad de la otra, cuyos rasgos se habían vuelto aún más pétreos si cabe.
Ignoraba que mi ataráxica postura ante la vida supusiera un motivo para que tu ya de por si precario equilibrio emocional sufriera un revés tan acusado. Pero, ya que pareces más que dispuesta a discutir, dime: ¿Por qué es tan importante para ti introducirte en una mente cuyo delirio aumenta exponencialmente según avanza la demencia de una sociedad decadente y condenada al fracaso? Cuanto más se hundan ellos, más delgada se volverá la línea que me ata a una cordura que yo no he decidido conservar.
La aludida clavó sus ojos en los negros túneles sin fondo que tenía delante. Los ojos de esa desapasionada mujer siempre la habían hecho sentir una mera partícula en un universo contraído y convulso. Y a su vez, el objeto de la lujuria más desmedida que alguna vez hubiere tenido el placer de conocer. Podía hacerla arder con el hielo que emanaban sus ojos.
Tengo la impresión de que podrías perder el juicio por completo y no te alterarías ni en semejante circunstancia. Serías la demente más nihilista que ha existido.
Reitero mi pregunta: ¿De verdad es tan importante?
La chica notó que la calma de la otra mujer vacilaba un instante, dejando entrever de forma subrepticia un rescoldo de una emoción que le fue imposible discernir bajo esa capa de hieratismo que tanto la caracterizaba. Parecía de verdad querer conocer la relevancia que suponía su persona para ella.
¿Crees que estaría aquí perdiendo los nervios, la paciencia y el tiempo contigo si no lo fuera?
Por lo que veo, has conseguido darle la vuelta a la encarnizada escaramuza verbal que estábamos manteniendo y ahora soy yo la que debido a su completa falta de modales te está haciendo perder cosas harto valiosas. Qué deleznable por mi parte. Así que te propongo un trato...
La tensión se había ido incrementando hasta hacerse casi palpable. Si sus oscuros orbes oculares eran difíciles de descifrar, su mente podía considerarse un galimatías tan intrínsecamente enredado que asomarse a él podía ser motivo de un buen dolor de cabeza a largo plazo. Pero la otra chica no se amedrentaría.
Habla
A ti te enerva la pasividad que denota mi carácter y a mí aun me queda un hálito de esperanza que me lleva a pensar que el mundo no está tan putrefacto como parece. Pero las personas están alienadas bajo el yugo de una garra que los aborrega y los sume en el más hondo de los letargos. Yo me he quedado al margen para observarlos, pero de igual modo siento que la vida me ha lanzado a un sopor que me cuesta sobrellevar.
¿Y qué sugieres?
Por primera vez hubo duda en la voz de la chica que había iniciado toda esta escena.
Quiero que me despiertes.
Lo último que vio fueron esos dos agujeros de color azabache aproximándose antes de notar unos cálidos pero impasibles labios sobre los suyos. Muy bien, si quería despertarse ella no dudaría en ser cafeína recorriendo esas venas encallecidas de esperar una emoción que la sacara de este mundo infecto de desencantos y corrupción. Sería la cura para el sistema linfático de esa chica que observaba a la humanidad como ese cáncer que debía ser extirpado.

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