viernes, 5 de agosto de 2016

Relato - Jugando solo al escondite

Sucedió una noche como otra noche cualquiera. Pudiera parecer un tópico, pero fue de verdad así. Estaba solo en casa, mis padres y mi hermana no estaban en casa. Se habían ido a una boda, y como yo no soy muy aficionado a este tipo de celebraciones me quedé en casa. Además, había algo que siempre quise probar, y para hacerlo necesitaba estar completamente solo. No era nada ilegal. Era que quería realizar un tipo de “juego”, del cual leí mucho por internet. Se llamaba “el juego de las escondidas de un solo hombre”. ¿Por qué decidí jugar ese juego? Por simple curiosidad. Simple, maldita y estúpida curiosidad.
El juego era simple, se necesitaba principalmente un peluche o muñeco relleno de algodón. Para esto escogí una muñeca que tenía mi hermana. Era una muñeca de trapo, que mi madre le regaló por su quinto cumpleaños hace seis años. Mi madre hizo esta muñeca para mi hermana, para que ella no tuviera pesadillas. Aunque a decir verdad, a pesar de que a mi hermana le encantaba la muñeca, a mi me inquietaba. La muñeca tenía la boca cosida en forma de sonrisa, unas coletas hechas de hilos de lana amarilla, un vestido verde con estampado de flores hecho con los restos  de una vieja cortina de tela; entre otras cosas. Pero lo que más me perturbaba de esa maldita muñeca eran sus ojos. Eran unas esferas cristalinas y rojas que pertenecían a un peluche de cuando yo era muy pequeño. Esos ojos de cristal le daban una espeluznante mirada que me daba escalofríos.
En fin, escogí esa vieja muñeca para realizar el juego. Extraje todo el algodón de su interior, lo rellené con arroz, me corté una de mis uñas y la coloqué dentro de la muñeca. Después cosí la abertura con hilo rojo y até el resto del hilo alrededor de la muñeca, simbolizando así una arteria, sellando así al espíritu que invoqué. Tenía que ponerle un nombre a la muñeca, así que la llamé por su nombre real, el mismo que le puso mi hermana: Coletitas, por sus dos pequeñas coletas hechas con hilo de lana amarillo. Luego llené la bañera con agua y puse una taza de agua salada en mi cuarto, que fue donde me escondí.
Esperé a las tres de la madrugada para comenzar el juego.  Le dije a la muñeca; “Pablo es el primero”. A continuación me fui al baño y puse a la muñeca en la bañera con agua. Apagué todas las luces de mi casa y encendí el televisor de mi cuarto, tal y como indicaban las instrucciones del juego. Cerré los ojos, conté hasta diez, y apuñalé a la muñeca con un cuchillo. “Tú eres la siguiente, Coletitas”, y la dejé en el cuarto de baño junto al cuchillo que usé para apuñalarla y que ella usaría. Me fui corriendo a mi cuarto. Había roto el sello, el espíritu dentro de la muñeca estaba muy enfadado y me estaba buscando, para apuñalarme a mí.
Estaba escondido en mi cuarto, mi televisor estaba encendido y estaba produciendo estática. Sin embargo, gradualmente el televisor hizo otros ruidos que no era estática. Escuchaba a través del aparato voces y gritos en un idioma extraño y horrible que no entendía. Estaba aterrado, las voces del televisor estaban a un volumen demasiado alto. Intenté bajar el volumen pero era inútil, al contrario, los gritos y las voces de aquellos demonios aumentaron, hasta tal punto que me producía un gran dolor de cabeza tan agudo que me hizo gritar. El dolor era tan intenso que pensaba que la cabeza me iba a reventar. Finalmente me desmayé.
Desperté al día siguiente, el televisor estaba apagado. Me sentí mareado y me costó reincorporarme. Bajé abajo, para ver si Coletitas había producido algún destrozo, pero lo que encontré era mucho peor que el mayor destrozo material que pudiese haber provocado aquella maldita muñeca. Me encontré a mis padres y a mi hermana en el salón de la casa. Estaban muertos, apuñalados y con los ojos de sus cuencas arrancados, sin la presencia de estos. Tras ver este macabro escenario me volví a desmayar del tremendo horror que sentí.
Esa es la historia. Sé muy bien que no me creerán pero es verdad, fue lo que pasó en realidad. Yo no maté a mi familia, fue aquella maldita muñeca. Da igual si deciden meterme en la cárcel o en algún manicomio. Solo les pido que no dejen que me encuentre esa diabólica muñeca. Ella sigue allí, buscándome, determinada a hacerme lo mismo que yo le hice, y  terminar el juego.

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