Sucedió una
noche como otra noche cualquiera. Pudiera parecer un tópico, pero fue de verdad
así. Estaba solo en casa, mis padres y mi hermana no estaban en casa. Se habían
ido a una boda, y como yo no soy muy aficionado a este tipo de celebraciones me
quedé en casa. Además, había algo que siempre quise probar, y para hacerlo
necesitaba estar completamente solo. No era nada ilegal. Era que quería
realizar un tipo de “juego”, del cual leí mucho por internet. Se llamaba “el
juego de las escondidas de un solo hombre”. ¿Por qué decidí jugar ese juego?
Por simple curiosidad. Simple, maldita y estúpida curiosidad.
El juego era
simple, se necesitaba principalmente un peluche o muñeco relleno de algodón.
Para esto escogí una muñeca que tenía mi hermana. Era una muñeca de trapo, que
mi madre le regaló por su quinto cumpleaños hace seis años. Mi madre hizo esta
muñeca para mi hermana, para que ella no tuviera pesadillas. Aunque a decir
verdad, a pesar de que a mi hermana le encantaba la muñeca, a mi me inquietaba.
La muñeca tenía la boca cosida en forma de sonrisa, unas coletas hechas de
hilos de lana amarilla, un vestido verde con estampado de flores hecho con los
restos de una vieja cortina de tela;
entre otras cosas. Pero lo que más me perturbaba de esa maldita muñeca eran sus
ojos. Eran unas esferas cristalinas y rojas que pertenecían a un peluche de
cuando yo era muy pequeño. Esos ojos de cristal le daban una espeluznante mirada
que me daba escalofríos.
En fin, escogí
esa vieja muñeca para realizar el juego. Extraje todo el algodón de su
interior, lo rellené con arroz, me corté una de mis uñas y la coloqué dentro de
la muñeca. Después cosí la abertura con hilo rojo y até el resto del hilo
alrededor de la muñeca, simbolizando así una arteria, sellando así al espíritu
que invoqué. Tenía que ponerle un nombre a la muñeca, así que la llamé por su nombre
real, el mismo que le puso mi hermana: Coletitas, por sus dos pequeñas coletas
hechas con hilo de lana amarillo. Luego llené la bañera con agua y puse una
taza de agua salada en mi cuarto, que fue donde me escondí.
Esperé a las
tres de la madrugada para comenzar el juego.
Le dije a la muñeca; “Pablo es el primero”. A continuación me fui al
baño y puse a la muñeca en la bañera con agua. Apagué todas las luces de mi
casa y encendí el televisor de mi cuarto, tal y como indicaban las
instrucciones del juego. Cerré los ojos, conté hasta diez, y apuñalé a la
muñeca con un cuchillo. “Tú eres la siguiente, Coletitas”, y la dejé en el
cuarto de baño junto al cuchillo que usé para apuñalarla y que ella usaría. Me
fui corriendo a mi cuarto. Había roto el sello, el espíritu dentro de la muñeca
estaba muy enfadado y me estaba buscando, para apuñalarme a mí.
Estaba escondido
en mi cuarto, mi televisor estaba encendido y estaba produciendo estática. Sin
embargo, gradualmente el televisor hizo otros ruidos que no era estática.
Escuchaba a través del aparato voces y gritos en un idioma extraño y horrible
que no entendía. Estaba aterrado, las voces del televisor estaban a un volumen
demasiado alto. Intenté bajar el volumen pero era inútil, al contrario, los
gritos y las voces de aquellos demonios aumentaron, hasta tal punto que me
producía un gran dolor de cabeza tan agudo que me hizo gritar. El dolor era tan
intenso que pensaba que la cabeza me iba a reventar. Finalmente me desmayé.
Desperté al día
siguiente, el televisor estaba apagado. Me sentí mareado y me costó
reincorporarme. Bajé abajo, para ver si Coletitas había producido algún
destrozo, pero lo que encontré era mucho peor que el mayor destrozo material
que pudiese haber provocado aquella maldita muñeca. Me encontré a mis padres y
a mi hermana en el salón de la casa. Estaban muertos, apuñalados y con los ojos
de sus cuencas arrancados, sin la presencia de estos. Tras ver este macabro
escenario me volví a desmayar del tremendo horror que sentí.
Esa es la
historia. Sé muy bien que no me creerán pero es verdad, fue lo que pasó en realidad.
Yo no maté a mi familia, fue aquella maldita muñeca. Da igual si deciden
meterme en la cárcel o en algún manicomio. Solo les pido que no dejen que me
encuentre esa diabólica muñeca. Ella sigue allí, buscándome, determinada a
hacerme lo mismo que yo le hice, y terminar
el juego.
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