La cara del
solitario caballero
que vaga sin
rumbo por el estercolero
al que calle
tradicionalmente llaman
y que la
sociedad castiga con saña.
La cara del
saciado estómago
que emana una
risa de vago
producida por el
bigote de una langosta
comida del sudor
ajeno a costa
La cara del
hipócrita nigromante
que con manos
delicadas toma vacilante
el cáliz y el
cuenco del humilde hebreo
mientras goza de
la improductividad de parte del clero.
La cara del
martillo tempranero
que al amanecer
empieza golpeando ligero
el trabajo de
una fuerte jornada
que finaliza no
ganando nada.
La cara del
soñador despierto
que le hastía la
espera del mejor momento
para saltar al
oscuro futuro
donde se
golpeará con el prometido muro.
Todas caras
suplicantes de ambiciosos éxitos
mientras mis
dedos señalan sin dolor y piedad
a la gran
ausente, a la marginada igualdad.
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