viernes, 19 de febrero de 2016

Poesía - Eso dijo ella

La has clavado
Tío, que hachazo
Un poco más y lo alcanzarás
Es que si no revienta
Lo veo duro
¿De veras crees que vas a aguantar?
En verdad él no hacía nada, lo hacían todo ellas
Es que me ha salido solo
No me he podido contener
Son terriblemente sensitivos y sensuales:
Los clásicos nunca fallan
Al diccionario hay que acariciarlo y
Que abrirlo con cariño
No metas a Cernuda en esto, mete a Lorca
Te vas a hinchar, literalmente:
Con la mente que tienes, lo vas a acabar esta noche
Ea, pues venga tírale
Corre que no llegas
Tío, ¿dónde está? Decía que le quedaban 5 minutos
Pide ilusión, y el otro no llega, se queda corto
Sigue, levanta. Date prisa que arranca
Mándamelo por favor
Lo estás dando todo para conseguir este premio
Son categorías distintas, y lo sabes
La voy a reventar, la voy a reventar
Tío, es que voy muy rápido
Es que es algo prodigioso
Se da entre dos personas el tema
Casi se cae,
La abrió y casi se sale un poco, le dije:
¿Quieres un pañuelo?
No, gracias. Esto se sorbe:
La próxima vez que hagas eso, me lo dices y me voy p’alante
Dios, qué barbaridad:
Venga, sigue, sigue:
Lo vas a hacer ná más que en uno largo, ¿o en varios cortos?
No sé si saldrá
Oh, comida. Tengo hambre
No se puede, pero tú lo haces
Hostia, hostia

lunes, 15 de febrero de 2016

Relato - Feliz San Valentín

Las llamas de las velas rojas alumbraban débilmente el salón de la casa de Natalie. Estaba sentada en su sofá suspirando mientras esperaba con gran impaciencia a su novio Henry, el cual estaba trabajando. Ella quería que esa noche de San Valentín fuera ideal e inolvidable.
Una lluvia copiosa caía sobre la ciudad. Henry salía del centro comercial, le había costado bastante escoger un regalo para Natalie, pero al final lo había encontrado. Un bellísimo vestido blanco que sabía que le encantaría y realzaría su belleza. Lo había envuelto en una caja de regalo rojo con un lazo dorado; Henry no quería que lo intuyese por la forma del envoltorio.
El joven salía con paso apresurado, no quería que su amada esperase por más tiempo. Sus pisadas sonaban por las calles humedecidas por la lluvia. A medida que avanzaba, Henry oyó un sonido tras él, como  de unos pies que le seguían. El chico se detuvo y se giró; no vio nada. Solo estaba él y la oscuridad de la calle, iluminada muy tenuemente por las luces de unas farolas muy antiguas y agotadas; no vio a nadie entre esa oscuridad urbana. Continuó su andar, y volvió a oír el débil chapoteo de pisadas, solo que más cerca. El muchacho apresuró su paso, el temor de ser perseguido por alguien lo atormentaba. De repente, el chapoteo de pisadas se detuvo. Henry se giró repentinamente, de nuevo esa soledad de la calle y de la lluvia. Dio de nuevo la vuelta, esta vez tenía intención de correr. Sin embargo, una ladina mano le tapó la boca mientras sentía el frío y húmedo acero abrir una profunda brecha en su garganta. Su cuerpo cayó al suelo, haciendo un sonido pesado y blando, mientras que de su garganta manaba un espeso río carmesí, que corría y se diluía con el agua de lluvia en las oscuras y solitarias calles.
El timbre sonó melodicamente. Natalie salió impacientemente para recibir a su amado Henry. Abrió la puerta con una gran sonrisa dibujada en el rostro, pero no vio a su novio. De hecho, no vio a nadie. Bajo la mirada, se detuvo ante el regalo de color rojo que había allí. Estaba bastante mojado. Natalie pensó que era una inocente broma de Henry y que después de abrirlo el aparecería desde un rincón. Se agachó para abrir el regalo, al abrirlo la muchacha soltó un desgarrador grito que rompió el solemne silencio de la noche.
El vestido, que antes era de un blanco impoluto, ahora era de un sangrante color escarlata. Pero no fue eso lo que la espantó, si no el culpable de ese mortal color. Encima del macabro vestido, estaba palpitando y bombeando débilmente el corazón del que antes era su novio Henry. El corazón  que hace pocas horas estaba inquieto y frenético de amor ahora convulsionaba sus últimos latidos.