Oigo un susurro en el viento, la tenue llamada de
una madre que agoniza, el brillo de un Sol que se abre paso con dificultad
entre las negras nubes que desde hace demasiado tiempo lo cubren, el lento
crepitar de un fuego milenario que está a punto de apagarse. Violada, saqueada,
ultrajada, humillada, traicionada, vencida y conquistada, la vieja Europa llama
a sus hijos. Sus templos destruidos, sus filósofos asesinados, sus poetas,
bardos y escaldos censurados, sus sabios druidas proscritos, sus sorguiñas,
seidkonas, vestales… quemadas en la hoguera. Mi sangre me llama a través de
milenios y mi corazón palpita con el recuerdo de mis antepasados, de los héroes
que elevaron megalitos, dólmenes, altares, estatuas… que a duras penas se han
salvado del genocidio perpetrado por la espada de Sion.
Desarraigados, tus hijos te han olvidado. Tus
arboledas sagradas fueron taladas, tus santuarios profanados, los viejos dioses
denostados. Pero algo late dentro de todos nosotros, grabado a fuego en nuestra
memoria genética. Algunos te hemos encontrado, Sagrada Madre, algunos hemos
vuelto a ti. Pese al poder de sus mentiras, pese a la maldad de sus crímenes,
no han podido conseguir que sus hijos olviden por completo a su madre.
Aún no estás vencida del todo, aún quedamos algunos
que te somos fieles y estamos dispuestos a luchar por ti. Tu legado no se
perderá, tu fuego no se apagará, te abrirás paso de nuevo entre las tinieblas.Renacerás.
Una tormenta se avecina, la furia de tus hijos se desatará tarde o temprano.
Los lobos proscritos vuelven a emerger del bosque, Wotan ensilla de nuevo su
caballo y prepara su Hueste Salvaje. La decadencia llegará a su fin, la
traición será vengada, tu sagrado suelo será de nuevo libre. La Cruz Solar
resplandecerá de nuevo. Son tiempos difíciles, pero tu pueblo se resiste a
morir. Aunque sea en una cabaña destartalada en medio del bosque, en las ruinas
de un viejo templo destruido, en las montañas alejadas
del pestilente ambiente de las ciudades, en los ríos, los lagos… tu legado ha
sobrevivido hasta nuestros días.
Sagrada Madre,
esclavizada durante siglos, escucha mi juramento de fidelidad. Toma mi mano y
deja que te ayude a levantarte. Juro que los expulsaremos al desierto otra vez,
juro que te liberaremos. Escúchame, Madre Europa, no vas a morir. Somos pocos,
pero somos los más fuertes. El corazón de nuestros enemigos se estremecerá con
el aullido de los últimos lobos europeos.
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