martes, 29 de noviembre de 2016

Relato - Razhak y Lyzard: Primer encuentro

Aquí os dejo un extracto de mi libro no publicado: Olvidados por los Dioses (Segunda Parte)

Razhak y Lyzard: Primer encuentro.

[…]
La guerrera continúa con su visita. De pronto se encuentra con uno de esos corrales de prácticas y con una media sonrisa decide probar suerte.
Se aproxima a la verja y espera pacientemente a que finalice el combate que está teniendo lugar. Un muchacho castaño, de pelo largo y ojos oscuros, se enfrenta encarnizadamente a una joven con la cabeza rapada. Ambos son muy hábiles, pero la mujer es más rápida. Con un veloz giro sobre sí misma desarma a su oponente.
Cuando terminan, ambos se estrechan las manos y la chica echa un vistazo a su alrededor, con superioridad. Su mirada encuentra la de Razhak y la increpa alzando la barbilla.
— ¿Eres tú la siguiente? —le pregunta— Bien, dicen que los de tu raza valen la pena como oponentes y eres la primera que veo por aquí. Quiero comprobar si los rumores son ciertos.
—Espero satisfacer debidamente tu curiosidad —desafía la guerrera.
Cuando salta dentro del corral y desliza la mano hacia el cinto para desenvainar la espada, un hombre alto pone la mano en el hombro de la joven rapada y la retiene, ganándose una mirada de desdén por parte de ésta.
[…]
—Pero tú me has superado, me quito el sombrero ante ti —Rudy parece realmente admirado—. Lo que cuentan de tu raza es cierto e incluso parece que se queda corto.
—Por desgracia me has quitado el… placer de comprobarlo por mí misma— añade sugerentemente una voz tras ellos.
Cuando se dan la vuelta ven a la chica de la cabeza rapada, con un puñal en cada mano.
—Yo soy Lyzard. Y, si nadie se opone, voy a combatir contra ti —afirma, lapidariamente.
Razhak asiente con la cabeza y mientras se dirige al baúl donde están las espadas de prácticas, no puede dejar de notar como la mirada de Lyzard se clava en ella, analizándola.
Cuando le devuelve la mirada, la guerrera se da cuenta de que la muchacha a la que está a punto de enfrentarse tiene un ojo de cada color. El derecho azul y el izquierdo verde. Eso le trae recuerdos de una mirada que le hace estremecerse. Kara y Neifile vuelven a su imaginación para regalarle un escalofrío que la recorre por completo.
—Pensaba que era difícil encontrar a alguien de tus… características —Razhak vacila antes de decir esta frase.
La joven la mira aún más fijamente y sus ojos desprenden un brillo malicioso.
—Mi madre era una súcubo, si es a lo que te refieres. Se enamoró de un hombre y yo fui el fruto de sus encuentros. Pero no está en nuestra naturaleza el saber llevar una larga y próspera relación, así que mi madre tuvo que huir para salvarle la vida. Me tuvo a mí, pero tampoco tenía demasiado instinto maternal, así que digamos que nunca hemos tenido mucho contacto —aclara la muchacha.
—Bueno, no quiero posponer más el combate, así que comenzamos cuando quieras —dice la guerrera.
—Estoy de acuerdo. Perdona, no suelo perder el tiempo con charlas banales. Soy más de actuar —repone Lyzard, calmada pero sensualmente.
Ambas adoptan una posición de tensa espera. La rah-zaken sopesa el arma. Es mucho más ligera que Zah-Erin, lo que le aportará velocidad. Pero a la guerrera le da la sensación de que se le va a deshacer en las manos. Es mucho más frágil que una espada legendaria, sin duda.
Las dos contrincantes van dando vueltas, retándose y evaluándose con la mirada, pero ninguna da el primer paso. Al evaluarla, Razhak no puede evitar pensar que es una mujer muy atractiva. Tiene la cara afilada y la nariz pequeña, respingona y su media sonrisa crea un hoyuelo en su mejilla. Además, tiene los labios delineados y sugerentes y el pelo que le cae de forma desordenada sobre un lado del rostro, junto con el rapado, le dan un aire salvaje.
Lyzard parece darse cuenta de que la guerrera no está pensando precisamente en la mejor manera de derrotarla, porque empieza a mover sensualmente las caderas sin dejar de dar vueltas. Es un movimiento casi imperceptible, pero es captado por la guerrera, que teme ruborizarse en medio del combate.
— ¿Nerviosa, rah-zaken? —tantea la chica.
—El término exacto sería… ansiosa —ante este comentario, Lyzard abre los ojos con sorpresa y con interés— por probar tus puñales —aclara Razhak, sonriendo cortésmente.
La otra joven alza una ceja, quizá avergonzada por haberse puesto en evidencia, así que sin más preámbulos lanza un ataque directo con uno de los puñales, casi por probar. Razhak lo frena sin esfuerzo y le devuelve el ataque, pero Lyzard parece conocer el punto por el que la guerrera va a intentarlo e interpone ambos puñales cruzados para frenar el ataque en seco.
La guerrera reacciona rápido y nada más rozarse los metales se gira para situarse detrás de su rival, que ya no está allí. Sin embargo, para sorpresa de la guerrera, de pronto siente un cuerpo pegado a su espalda y el frío metal de una de las armas de su oponente en el cuello. Nota la respiración tranquila y acompasada de la joven súcubo en la nuca y sus curvas amoldándose a su espalda. Se queda congelada, sin saber cómo reaccionar.
—Bueno, guerrera, ya has probado mis puñales. Espero que te hayan dejado satisfecha. ¿Hay algo más que desees probar? —susurra.
—De momento estoy servida, gracias —responde la rah-zaken.
—Una pena. Me habría gustado ver cómo salías de esta —se lamenta Lyzard.
Dicho y hecho. Razhak mete su pierna entre las piernas de la otra joven que, despistada como estaba, no se lo espera y se desequilibra. La guerrera le da un golpe seco en el estómago que la deja sin respiración y cuando se repone y va a contratacar, la rah-zaken la ha agarrado por las muñecas.
Sus rostros quedan muy cerca y sus ojos a la misma altura. Los de ambas brillan.
—Ya que no me has dejado mostrar mis habilidades con la espada, he pensado que a lo mejor te gustaría ver cómo me desenvuelvo… cuerpo a cuerpo —sugiere la guerrera.
Nota como la súcubo forcejea entre sus manos. Es fuerte, pero la rah-zaken también. Ejerce un poco más de presión sobre las muñecas y ve cómo Lyzard aprieta la mandíbula.
Si aprieta lo justo puede partírselas. La otra joven lo sabe.
La guerrera aprieta más y, finalmente, Lyzard profiere un quejido.
— ¡Vale! —exclama—. Me rindo.
—No falla nunca —sonríe Razhak.

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