lunes, 21 de noviembre de 2016

Relato - El taxista

Fernando iba en su taxi, recorriendo la oscura carretera. La oscuridad de la noche le impedía ver nada, pero el ya estaba acostumbrado a ese itinerario. Había terminado su jornada laboral, ya lo único que le quedaba era dejar el taxi en la central y volver a casa con su esposa.
Todo parecía normal, como todos los días, hasta que vio a una joven parada en la carretera. Iba desaliñada, con una blusa blanca bastante sucia. Parecía que se había perdido. Sin pensárselo dos veces el taxista paró el auto.
Sin decir nada la chica subió al auto, empapando la tapicería trasera en el proceso, consiguiendo así que Fernando pusiera una ligera expresión de desagrado.  Al subirse la joven, el conductor le preguntó lo mismo que les preguntaba a todos los clientes que subían a su taxi, una rutina que llevaba repitiendo muchos años.
— ¿A dónde quiere que nos dirijamos, joven? —preguntó Fernando, con su habitual tono desenfadado que le caracterizaba.
—Mi casa está en la próxima ciudad —dijo la joven secamente—. Allí le diré donde me tiene que dejar.
Sin decir nada más, el conductor arrancó el taxi. En dirección a la ciudad donde tenía previsto dirigirse. El viaje fue muy silencioso, cosa que inquietaba a Fernando, el cual gustaba de charlar con sus pasajeros. Echó una mirada fugaz a  la chica que llevaba en el asiento trasero. Se veía como distante, con la mirada perdida. Esto preocupó al taxista.
—Oye, muchacha. ¿Te encuentras bien? No tienes muy buena cara.
—No se preocupe. Estoy bien —le respondió la chica con una casi imperceptible sonrisa.
El viaje continuó sin problemas. Hasta que, sin previo aviso, la misteriosa joven dijo una frase que helaría la sangre a cualquier persona normal. Habló con una inquietante voz trémula.
—Tenga cuidado. En esa curva morí yo.
Después de oír eso Fernando disminuyó la velocidad del taxi, y tomó la curva con mucho cuidado.
—Es cierto, guapa. Las curvas en esta carretera son muy traicioneras. Menos mal que yo me la conozco —dijo Fernando despreocupadamente con una sonrisa.
La chica le miró con una gran expresión de sorpresa. En todos los años en los que llevaba haciendo su “trabajo” nunca le había pasado algo como eso. Tenía que preguntarle, seguramente lo entendió mal.
— ¿No lo ha entendido? ¡Hace muchos años yo morí en esa misma curva! ¿No le aterra llevar un fantasma en su auto?
En respuesta, Fernando soltó una risotada.
—Ja, ja,ja. Mira, cielo. En todo el tiempo, y te puedo decir que ha sido bastante, que llevo en el oficio he escuchado historias mucho más raras que la tuya. Ya estoy curado de espanto.
El fantasma de la chica se había quedado con la boca abierta de la impresión Siempre que hacía su “trabajo” o afición (según como se vea) nunca le había pasado esto. Sus víctimas siempre caían víctimas del miedo y del terror. Lo que hacía descontrolar sus coches, y morir en la misma curva donde ella murió tiempo atrás.
«Definitivamente, ya es hora de que me tome un pequeño descanso» pensó el fantasma. Y sin decir nada, desapareció del asiento trasero del taxi, dejando sólo al único hombre que le había vencido.

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