Fernando iba en
su taxi, recorriendo la oscura carretera. La oscuridad de la noche le impedía
ver nada, pero el ya estaba acostumbrado a ese itinerario. Había terminado su
jornada laboral, ya lo único que le quedaba era dejar el taxi en la central y
volver a casa con su esposa.
Todo parecía
normal, como todos los días, hasta que vio a una joven parada en la carretera.
Iba desaliñada, con una blusa blanca bastante sucia. Parecía que se había
perdido. Sin pensárselo dos veces el taxista paró el auto.
Sin decir nada
la chica subió al auto, empapando la tapicería trasera en el proceso,
consiguiendo así que Fernando pusiera una ligera expresión de desagrado. Al subirse la joven, el conductor le preguntó
lo mismo que les preguntaba a todos los clientes que subían a su taxi, una
rutina que llevaba repitiendo muchos años.
— ¿A dónde quiere
que nos dirijamos, joven? —preguntó Fernando, con su habitual tono desenfadado
que le caracterizaba.
—Mi casa está en
la próxima ciudad —dijo la joven secamente—. Allí le diré donde me tiene que
dejar.
Sin decir nada
más, el conductor arrancó el taxi. En dirección a la ciudad donde tenía
previsto dirigirse. El viaje fue muy silencioso, cosa que inquietaba a
Fernando, el cual gustaba de charlar con sus pasajeros. Echó una mirada fugaz
a la chica que llevaba en el asiento
trasero. Se veía como distante, con la mirada perdida. Esto preocupó al taxista.
—Oye, muchacha.
¿Te encuentras bien? No tienes muy buena cara.
—No se preocupe.
Estoy bien —le respondió la chica con una casi imperceptible sonrisa.
El viaje
continuó sin problemas. Hasta que, sin previo aviso, la misteriosa joven dijo
una frase que helaría la sangre a cualquier persona normal. Habló con una
inquietante voz trémula.
—Tenga cuidado.
En esa curva morí yo.
Después de oír
eso Fernando disminuyó la velocidad del taxi, y tomó la curva con mucho
cuidado.
—Es cierto,
guapa. Las curvas en esta carretera son muy traicioneras. Menos mal que yo me
la conozco —dijo Fernando despreocupadamente con una sonrisa.
La chica le miró
con una gran expresión de sorpresa. En todos los años en los que llevaba
haciendo su “trabajo” nunca le había pasado algo como eso. Tenía que
preguntarle, seguramente lo entendió mal.
— ¿No lo ha
entendido? ¡Hace muchos años yo morí en esa misma curva! ¿No le aterra llevar
un fantasma en su auto?
En respuesta,
Fernando soltó una risotada.
—Ja, ja,ja.
Mira, cielo. En todo el tiempo, y te puedo decir que ha sido bastante, que
llevo en el oficio he escuchado historias mucho más raras que la tuya. Ya estoy
curado de espanto.
El fantasma de
la chica se había quedado con la boca abierta de la impresión Siempre que hacía
su “trabajo” o afición (según como se vea) nunca le había pasado esto. Sus
víctimas siempre caían víctimas del miedo y del terror. Lo que hacía
descontrolar sus coches, y morir en la misma curva donde ella murió tiempo
atrás.
«Definitivamente,
ya es hora de que me tome un pequeño descanso» pensó el fantasma. Y sin decir
nada, desapareció del asiento trasero del taxi, dejando sólo al único hombre
que le había vencido.
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