Ladrillos de una
falsedad eterna
que forman
aquella ostentosa torre,
donde aguarda el
que delicias come
y la hipócrita víctima espera.
La pusilánime
inmadurez presente
en la cima de
cuerpos insensatos,
que ignoran sus
gélidos daños
y solo ven la realidad de su mente.
Arrancar
quisiera la opresión de ideas
de infancia sin
ventura socia,
de golondrinas
hechas momias,
y de viles cuchilladas sinceras.
Sentir caricias
de sangre en mis brazos,
roja como el
llanto de la vida,
rubí como el alma
de la melancolía,
que fabrica hipocresía en mis abrazos.
Mas, templa,
inepta desesperación
que la preparada
justicia resiste
al humano que
con miedo asiste
a la destrucción de nuestro corazón.
¡Ay! Libertad,
guíeme amable
por este mundo
sin riendas
que cabalga sobre un caballo indomable
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