La Isla
Para los forasteros era simplemente “La Isla”. Unos cuantos kilómetros de
tierra emergida con un pequeño e inhóspito pueblo. Un pueblo en el que la gente
creía en fantasmas y las personas de fuera creían que los fantasmas eran las
mismas personas que habitaban el pueblo.
No era precisamente un destino turístico recomendado.
Un poco de mi historia
Llegué a esta isla
hace muchos años. Tantos que… no soy capaz de recordarlos. Para ser sincera, es
como si siempre hubiese estado aquí.
Pero si cierro los
ojos y me concentro… soy capaz de
recordar el barco. El suave golpeteo de las olas que mecían la nave.
Recuerdo a aquella
mujer, mi madre. Habíamos huido de casa porque mi padre estaba enfermo.
Claro que en aquella
época su enfermedad se llamaba cansancio por el trabajo, la casa o los niños, no
alcoholismo.
Luego… todo se vuelve
borroso. Y después… la luna llena sobre la playa.
Un ángel llega a la Isla
El barco estaba aún a media hora de la
Isla. La chica que miraba las olas, como queriendo ver a través de ellas,
parpadeó.
Su abuela estaba enferma y ella debía ir a
aquella isla perdida de la mano de Dios para cuidarla.
Al poco rato, en el horizonte, comenzó a
divisarse una forma oscura e irregular.
Estaban llegando a tierra.
Historias de fantasmas
Cuando crucé por primera vez la puerta de
la humilde casa de mi abuela en la Isla, he de reconocer que me sorprendí.
Ya sabía que por la isla circulaban
historias de fantasmas, pero…
La casa de mi abuela parecía más bien el
santuario de un chamán.
Había varias pinturas en tapices de
criaturas extrañas y grotescas, de ojos desorbitados y muecas retorcidas y
sonrisas sardónicas.
Pero sobre todo, predominaban las lunas. Mi
abuela tenía el ciclo lunar entero en pinturas, fotos e incluso pintado sobre
las paredes de su salón.
Era muy raro y muy hermoso también.
La sombra de la Luna
Encuentro a mi abuela postrada en la cama.
Pero cuando me ve, su expresión cambia radicalmente.
En un instante deja de ser la señora casi
centenaria de piel cenicienta. Sus mejillas recobran el color. Me pide un vaso
de agua, sus gafas de lectura y un viejo libro polvoriento que probablemente
triplique la edad de mi abuela.
—Querida niña, ya que vas a pasar una larga
temporada aquí, es mi obligación advertirte y protegerte. Seguramente habrás
visto el acantilado que se levanta majestuosamente por encima de cualquier
montaña de esta isla. Cuentan que hace siglos un barco naufragó cerca de aquí,
en una noche de luna llena. No hubo supervivientes.
»Pero una de las almas escapó y se introdujo
en la cueva que se encuentra en lo más alto de las rocas. Es un ser que busca
venganza, enfurecido por su prematura muerte.
Venganza
Venganza. Es una
palabra que llena mi cabeza.
Cuando veníamos en
aquel barco, mi madre no paraba de llorar. Finalmente me lo contó todo. Mi
padre había dejado embarazada a otra mujer e iba a irse con ella.
Cuando escuchamos
aquel siniestro crujido que pareció dividir en dos el navío, mi madre aún
lloraba. Podía escucharla desde la litera de arriba.
¿Cuánto tiempo ha
pasado? Quizá horas, quizá meses. Es difícil calcularlo.
Solo tengo la imagen
de la luna llena en la cabeza.
Lazos familiares
Hoy ha llegado un
barco a la isla. Esto es un suceso poco habitual, pero no raro.
Pero cuando el barco
ha atracado, algo ha sacudido el ambiente.
Es extraño, porque el
Sol luce en el cielo, así que supongo que el tiempo transcurre.
Explorando la Isla
A pesar de estar enferma, mi abuela no
tolera más cuidados de los estrictamente necesarios.
Así que me ha dicho que vaya a visitar la
isla. No me ha parecido mala idea.
Pero no puedo dejar de pensar en el
acantilado. Me llama, de una forma silenciosa e inquietante. Mi sangre se
siente atraída hacia ese lugar.
Como es una sensación que me da miedo, me
calmo a mí misma pensando que lo que me atrae en realidad es que las vistas
allí arriba serán magníficas.
La cueva
Me he despertado en mitad de la noche. Algo
invisible me llamaba.
Me estoy volviendo loca.
He decidido salir de casa, porque sé de
dónde proviene la llamada y quiero averiguar qué sucede de una vez por todas.
Con una linterna como única arma, emprendo
el camino hacia el acantilado.
La ruta es angosta, difícil. Hay que cruzar
bosque a través. Mi pelo se enreda en las ramas y de vez en cuando una sombra
provocada por algún animal o incluso mi agitada imaginación hace que mi corazón
de un vuelco.
Pero Hay luna llena y al rato deja de ser
necesaria la linterna.
El acantilado
Otra vez la ondulación
en el ambiente, puedo sentirlo, alguien se acerca.
Contemplo a la joven
trepar los últimos metros. Está justo delante de mí.
No me ha visto. En
lugar de eso parece fascinada por las vistas.
La comprendo.
La luna llena inunda
la playa. Cada centímetro de arena, cada roca es bañada por la cálida luz de
plata.
Yo, que no sé cuánto tiempo
llevo aquí, todavía me fascino con semejante espectáculo.
Pero algo dentro de mí
despierta. No sé qué es, pero algo en esa chica me enfurece.
Me acerco. Aún no es
consciente de mi presencia y cuando lo sea será demasiado tarde.
Un accidente, a nadie le
sorprenderá.
Una muchacha sola,
desoyendo los consejos de su abuela sube al acantilado de noche, resbala en la
oscuridad y cae al vacío. Es más que plausible.
Y de repente, se gira.
Sus ojos
Toda mi ira se esfuma.
De pronto me he quedado paralizada. Sin saber qué hacer.
Sus ojos reflejan la
luz de la luna y parecen contener todas las estrellas del firmamento. No lo
había previsto.
El encuentro
—Has venido.
La chica se asusta al escuchar la voz de fondo y casi se
precipita al vacío de verdad, pero algo la sostiene, con fuerza.
De pronto la ve. Una chica. Una joven vestida de negro de
los pies a la cabeza, con el pelo oscuro, recogido en una trenza y los ojos
negros, como dos túneles sin fondo.
—Tus ojos… —comienza.
—No reflejan la luz, lo sé.
Ambas se miran la una a la otra, sin acercarse.
— ¿Cuál es tu nombre? —pregunta la
chica a la sombra.
—Hace tantos años que no lo digo, que lo he olvidado. Aquí
me han dado muchos: Sombra, Espectro, Noche… puedes coger el que más te guste —la Sombra habla despacio,
con tranquilidad.
—Yo me llamo Lune. Es…
—Luna, en francés. Lo sé —afirma Sombra.
—Eres… ¿peligrosa? —indaga Lune.
Los ojos de Sombra adquieren un matiz amenazador.
—Para ti, no —responde
— ¿Por qué no eres peligrosa para mí?
Ambas dan un paso la una hacia la otra.
—Si quieres saberlo tendré que contarte mi historia.
Lune sonríe y esto desarma a Sombra.
—Me gustan las historias.
<<Hace tiempo, mi madre dejó a mi padre. En aquel
tiempo no había Internet, ni nada de eso. Pero había rumores de una isla en
mitad de la nada, a la que apenas venían visitantes. La razón de nuestra marcha
fue que mi padre amaba a otra mujer, a la cual había dejado embarazada.
Mi madre zarpó conmigo. Cuando faltaba poco para llegar,
el barco naufragó.
Todos perecieron. Y yo desperté en aquella isla. En esta
isla.
Pero cuando desperté no sentía hambre, ni sed. Ni
siquiera cansancio. Así que intuía lo que había pasado. Y me quedé aquí para no
asustar a los lugareños.
Pero día tras día la gente cambiaba. Yo no era
consciente. Pero las personas se han vuelto egoístas, déspotas, desagradecidas.
Yo creía que mi padre era un ser despreciable y me he dado cuenta de que no fue
más que el precursor de un cambio social que ocurriría años después.
Mi decepción creció hasta tal punto, que toda
esperanza desapareció y mis ojos
perdieron la capacidad de reflejar la luz.
Un día escuché una vieja leyenda. Hablaba sobre una niña
que nacería con un alma pura y luminosa. Incorruptible. Así que decidí esperar
y ver si merecía la pena.
Lo que me sorprende
es que fueses precisamente tú>>
Lune abrió mucho los ojos.
— ¿Yo? ¿Qué tengo yo de especial?
—Para empezar has oído mi llamada, ¿no sabes quién eres?
Eres la persona de la que prometí vengarme hace más de 300 años. O al menos… una
de sus descendientes.
La fotografía
La cabeza me daba vueltas. ¿YO? ¿Protagonista de un
cuento de ancianas? ¿Y qué quería decir con vengarse?
Vi a Sombra rebuscar en su chaqueta. Encontró una foto y
me la mostró.
Todo quedó claro.
—Es lo único que conservo de mi padre —explicó.
Allí estaba, la había visto en álbumes antiguos en casa.
La abuela, de la abuela, de la abuela, de… Dios sepa. Hace 300 años. ¡Era
increíble!
Y sin embargo allí estaba. Un fantasma sosteniendo la
prueba irrefutable.
—Con lo que no contaba es que el objetivo de mi venganza
tendría tus ojos —admitió Sombra.
La fusión de dos almas
Sombra se acercó y la besó. Lune vio, con sorpresa, que
en los ojos de la otra chica brillaba una luz. Fue breve, apenas un instante.
Sombra olvidó el rencor, la ira.
Hicieron el amor. Lune se perdió en los túneles sin fondo
de Sombra, que a su vez se inundó de las constelaciones de los ojos de Lune.
La luna fue el único testigo de la unión de aquellas
siluetas tan distintas y tan similares.
A la mañana siguiente, Lune se despertó en su cama,
convencida de que había sido un sueño.
Pero sobre su almohada había una nota.
Gracias por
devolverme la luz. Han merecido la pena 300 años de espera.
S.
Aquel no sería su último encuentro, pero eso debe contarse
en otra ocasión.
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