Que humana es la
altiva derrota,
engendro de
nuestras viles náuseas
que calma sin
piedad nuestras ansias
de celebrar
nuestra hipócrita limosna.
Mas, de nuestros
corazones, la ruda miseria
de no querer
amar sin sentido
sin máscara de
arrogantes suspiros
con la vulgar
sencillez libertaria.
Todo cimiento de
sonrisas verdaderas
son falacias que
corren por la garganta
de la ebria
humanidad altanera
Como un afónico
jilguero que canta
a la opresión
profana de mi tinta
en su intento de
agonizar mi esperanza
Esperanza de
aquellos humildes ladrillos
de inefable
sudor fresco
de inerte
corazón grotesco
que azota mi
torpe suerte en un giro
Pues mis órficos
ojos ven mi espalda
cansados de
cerrarse despiertos,
indignados de
permanecer quietos
ante la afilada
demagogia de tu espada
Que amargo color
tienes, ingrato interés,
sociedad sin
camino y sin paciencia
hombros debajo
de tu prepotente interés
¡Ay! Qué verdad
es el duro saber
Que no hay mayor
derrota que mi existencia
ni mayor
victoria que tu vehemencia.
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