María se había
reunido en su casa, con unas amigas, para pasar el rato y divertirse por la
noche. Era un plan casi obligatorio, que todos los viernes hacían ella y sus
mejores amigas. Las diversiones que se realizaban esos viernes por la noche
variaban bastante. Podía ir desde ver una película hasta actividades más
“arriesgadas”.
Esa noche, María
y sus amigas se habían para hacer algo más emocionante de lo usual. Ella
propuso hacer el juego de “Baby Blue”, un juego paranormal similar a “Candyman”
u otros pero mucho más peligroso. Había copiado en un folio las instrucciones
del ritual para realizarlo. Sin embargo, sus amigas no estaban a favor del
ritual y se negaban a hacerlo. De modo que, ante la negativa de sus amigas, María
se ofreció voluntaria para jugar a ese extraño juego.
María se encerró
en su baño para hacer el ritual. El baño del piso de María era sin ventanas, lo
cual era perfecto para hacer el ritual. La chica, aunque era valiente y osada
por naturaleza, en ese momento sintió un escalofrío en la profundo de su ser.
No obstante, esto no la paró, ya que no quería quedar ante sus amigas como una
cobarde. Se armó de valor y comenzó con los preparativos.
Abrió el grifo
del agua caliente, esperó hasta que el espejo del baño se empañara por el vapor del agua. Después escribió con su dedo
en el espejo empañado las palabras “Baby Blue”. Apagó la luz del cuarto de
baño, haciendo que la oscuridad inundase todo, se situó enfrente del espejo,
con los brazos colocados como si estuviera sosteniendo un bebé. El juego había
comenzado.
En los primeros
segundos, María no notó nada, hasta llegó a pensar que el juego era falso y
estuvo a punto de abandonar. Pero en ese momento, notó un peso en sus brazos
que iba poco a poco en aumento, hasta llegar al peso equivalente de un bebé.
María estaba congelada, no se esperaba este resultado. De pronto sintió unas
pequeñas, frías y húmedas manos recorrer sus brazos poco a poco, como si
estuviera intentando escalar a la chica hasta llegar a su cara. A María le
llegó un fuerte hedor putrefacto y nauseabundo. La chica no podía más, soltó a
eso que estaba cargando y salió corriendo del baño, llorando. Sus amigas no
sabían de lo que había sido testigo la pobre chica. Sus amigas se acercaron
para ayudarla, y vieron con horror unos pequeños y extraños rasguños en los
brazos de su amiga.
A la siguiente
noche, María había tenido una espeluznante pesadilla. En su pesadilla ella
estaba tumbada en la cama, no se podía mover. Al momento vio como algo estaba
avanzando poco a poco en su cama, estaba gateando, pero la muchacha no pudo ver
que era hasta que lo tuvo de frente. Vio con horror a un bebé, pero no era un
bebé común. Era un bebé bastante terrorífico, era completamente azul y sus ojos
completamente negros. María estaba siendo consumida por el terror, no podía ni
gritar para pedir ayuda. Esa maligna criatura se paró a pocos centímetros de la
cara de la muchacha y abrió su boca, mostrando unos horribles colmillos, y
gritó. Era un grito espeluznante, no era como el de un bebé, era demasiado
fuerte y agudo, como si cientos de demonios estuvieran gritando a la vez. La
pobre chica se despertó en medio de la
noche, llorando por el pánico y el terror.
Pasó el tiempo y
María olvidó esa horrible experiencia. Terminó la carrera de enfermería y se
casó con Roberto, su novio que conoció en la universidad. La vida parecía que
le sonreía, hasta estaba embarazada, esperaba la llegada de una niña. Sabían
que nombre iban a ponerle: Verónica, el mismo nombre que la abuela de María.
Pasaron unos pocos meses y llegó el momento del alumbramiento.
El parto estaba
siendo muy difícil y arriesgado. Duró nueve horas y el personal sanitario no
pudo hacer nada. El parto había sido un fracaso, no pudieron salvar ni a la
madre ni a la hija. María murió en el parto y su hija, quién iba a tener por
nombre Verónica, había nacido muerta. Su pequeño cuerpo estaba completamente
azul y sus diminutos ojos eran completamente negros, como la profunda oscuridad
del abismo.
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