Gaal avanzaba
por el bosque, siguiendo las risas del pequeño Txiligro, que estaba saltando de
árbol en árbol. El último ingrediente de la lista del druida Refireo era una
rama de secuoya. Así que los dos amigos tenían que ir a la gran secuoya
milenaria, el árbol más antiguo y alto de todo el bosque. El viejo druida le
contó a Gaal que ese gran árbol era uno de los más antiguos de todo el bosque,
tal vez el más antiguo de todos los árboles del bosque.
— ¡Ya hemos
llegado! —dijo Txiligro pegando pequeños brincos—. Esta es la gran secuoya
milenaria.
Gaal miró hacia
arriba para ver la grandeza del árbol. Ciertamente la secuoya era gigantesca,
tanto que Gaal casi no podía ver su copa.
—Txiligro, —dijo
Gaal preocupado— ¿seguro que podrás llegar a la copa?
—Ya te lo dije.
¡Soy el mejor trepador del bosque!
—Sí, pero… Este
árbol no es como los otros del bosque, es muchísimo más alto. ¿Cómo lo vas a hacer?
—Con cuidao —respondió
Txiligro mirando al niño con una gran sonrisa.
Sin decir nada
más, la pequeña criatura saltó del suelo al tronco de la secuoya milenaria y
comenzó trepar con una asombrosa rapidez hasta la copa de la gigantesca
secuoya.
Gaal miró como
Txiligro se perdía entre la espesura de la secuoya hasta desaparecer de la
vista del niño. Le preocupaba la seguridad de Txiligro.
« ¿Y si se resbala
y se muere por la caída? Yo sería en parte culpable, por pedirle que trepase
tan alto para conseguir la rama de secuoya» pensaba el niño con mucha inquietud
y preocupación por la vida de su nuevo amigo.
De nuevo estaba
el muchacho solo, sin nadie. Se sentía bastante indefenso. De día aquel bosque
era hermoso y vivo, ya que gracias a los rayos del sol se podía ver todo lo que
moraba en el bosque; sin embargo por la noche todo era oscuro y misterioso.
Gaal podía percibir por el rabillo del ojo sombras que danzaban. Estaba muerto
de miedo, temblaba como una hoja.
De repente Gaal oyó
el sonido de algo que se movía con mucha rapidez, su corazón parecía que se le
iba a salir del pecho, pero suspiró aliviado al ver que se trataba del pequeño
y risueño Txiligro. Este se le acercó con una rama de la gran secuoya
milenaria.
— ¡La misión ha
sido un éxito! —dijo mientras esgrimía la pequeña rama como si fuera una
espada.
—Muchas gracias,
Txiligro. Ahora la lista está completa.
—Una pregunta,
Gaal. ¿Para qué quieres la rama de la secuoya?
—No lo sé
—respondió el muchacho—. Solo estoy recolectando unas cosas que me pidió el
druida Refireo.
— ¿El druida
Refireo? —preguntó Txiligro—. ¿Te refieres a ese humano tan grande que tiene la
cabeza del revés?
— ¿La cabeza del
revés? —preguntó Gaal bastante extrañado.
— ¡Sí! Porque en
la parte de arriba no tiene pelo, pero en la parte de abajo tiene una melena gris
muy larga. Lo conozco, viene muy a menudo a pasear por el bosque de noche.
Tras oír este
comentario Gaal soltó una gran risotada.
—No, Txiligro,
esa no es su melena. Es su barba
— ¿Y tú por qué
no tienes?-preguntó la pequeña criatura
—Todavía soy un
niño. Pero cuando sea adulto tendré una barba muy larga, como la de Refireo.
— ¡Vaya!
—exclamó Txiligro decepcionado—. Entonces mi teoría no era cierta.
— ¿Qué teoría?
— ¡La teoría de
que cuando los humanos crecéis la cabeza
se os pone del revés!
En respuesta,
Gaal volvió a reír y el pequeño Txiligro
también. El miedo que sentía el muchacho se había disipado gracias a su nuevo
amigo.
—Oye, Txiligro
—dijo Gaal—. ¿Tú no sabrás el camino de regreso a mi aldea?
— ¡Claro que lo
sé! —respondió Txiligro—. Voy a tu aldea
muy a menudo, me gusta ver la vida cotidiana de vosotros, los humanos.
¡Sígueme, amigo!
Y así, después
de haber completado la lista de materiales para recolectar, Gaal junto a
Txiligro reanudaron el camino hacia la aldea. El camino de regreso era más
llevadero que el de ida. Ya que, esta vez, el miedo del muchacho a la noche se había
ido gracias a las cabriolas y bromas que hacía con Txiligro de camino a su
hogar.
Finalmente
llegaron a un lago, un lago que Gaal conocía muy bien, ya que era el lago que
estaba a pocos minutos de la aldea. Los rayos de los primeros rayos del sol se
reflejaban en la superficie del lago. Su tío Kendal lo llevaba a veces de caza a ese mismo lago,
hasta que hace dos años desapareció de
forma misteriosa. La madre de Gaal no le dijo a donde se había ido su tío
Kendal ni por qué.
—A partir de
aquí sé el camino de regreso a la aldea —dijo el chico, mientras se giraba para
ver a su pequeño nuevo amigo—. ¡Muchísimas gracias por todo, Txiligro!
Gaal se dispuso
a irse hasta que oyó la voz de Txiligro detrás suya
— ¡Espera, Gaal!
—le chilló Txiligro—. Antes de irte prométeme una cosa
— ¿Qué cosa? —preguntó
el chico.
— ¡Que
volveremos a jugar pronto! Jijujuji.
—Claro que volveremos a jugar. Al fin y
al cabo, somos amigos —dijo Gaal con una gran sonrisa de alegría—. Adiós,
Txiligro, amigo. Nos volveremos a ver de nuevo, te lo prometo.
—Adios, Gaal —respondío
Txiligro con otra gran sonrisa—. ¡Seremos amigos para siempre!
Con esto, los
dos amigos se fueron a sus respectivos hogares. El joven Gaal a su aldea y el
travieso Txiligro a la profundidad del gran bosque.
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