lunes, 25 de enero de 2016

Relato - Ultratumba

Eran las dos y media de la tarde cuando el timbre del instituto, que daba el final de la jornada diaria, sonó. Los estudiantes salían con paso apresurado, como intentando ocultar sus ansias de llegar a sus casas y retomar sus aficiones vespertinas. Tres jóvenes de quince años salían juntos como de costumbre: Sergio, Bruno y Rubén.
Durante su itinerario del instituto a sus respectivas casas los tres amigos hablaban sobre diversos temas, unos comunes y otros no tanto, como en este caso.
—¿Sabéis una cosa? —dijo Rubén, el miembro del grupo que solía sacar los temas de conversación poco comunes—. El otro día me enteré de que es posible convocar con la ouija el espíritu de quién quieras. No tiene por qué ser aleatorio, como muchos piensan.
Sergio soltó un resoplido. Él era un muchacho bastante escéptico, y a diferencia de Rubén, él no creía en cosas de índole paranormal.
—Claro, claro —añadió Sergio—. Y después de la sesión te pasarán el recibo de la llamada, ¿no?
Rubén le echó una furiosa mirada a Sergio. Odiaba su escepticismo ante todo lo paranormal.
—¡Es verdad! -dijo molesto—. Se han dado casos.
—¿En serio? —respondió Sergio con un tono sarcástico—. Entonces dime como contrato la línea Mundo Terrenal-Más Allá.
—Solo se necesitan cuatro velas negras  y, obviamente, una tabla ouija. Colocas una vela en cada extremo de la tabla, y mientras las enciendes tienes que tener la imagen de la persona fallecida en mente.
—Venga, no me cuentes más historias de fantasmas. Que yo ya dejé de mirar debajo de mi cama a los ocho años.
De repente, tanto Rubén como Sergio, miraron a Bruno. Durante el camino no había mediado palabra alguna, a pesar de que al igual que Rubén le encantaban los temas relacionados con espíritus.
—Bruno, ¿te pasa algo? Llevas callado todo el camino —dijo Sergio preocupado.
—No, tranquilos. Sólo estaba pensando en mis cosas.
Los tres amigos se separaron a medida que avanzaban: Primero fue Rubén y después Sergio, dejando a Bruno continuar el trayecto hacia su casa en solitario.
En su paseo en solitario, Bruno estaba pensando sobre lo que dijo su amigo. Él nunca había hecho ninguna sesión de ouija. Nunca se le pasó por la cabeza hacerla, ni mucho menos en solitario. Sin embargo, por lo que dijo Rubén acerca de invocar un espíritu a elección, su interés por el tema aumentó.
Antaño, el grupo de amigos no era de tres, sino de cuatro miembros. El cuarto se llamaba Guillermo. Era un chico callado y muy taciturno, pero lo que le destacaba entre los demás eran sus ojos grises, bastante poco comunes. Guillermo era el mejor amigo de Bruno, siempre iban los dos juntos a todas partes, parecían casi hermanos. Sin embargo, hace seis meses, Guillermo fue víctima de una grave y extraña enfermedad que lo mantuvo en cama durante dos semanas. Su madre no quería que sus amigos lo visitasen ni les informó que enfermedad  padecía su único hijo. Finalmente, Guillermo fue vencido por la enfermedad y murió.
Bruno recorrió la ciudad para encontrar una tienda que vendiera los materiales que necesitaba. Pero solo encontraba las típicas tiendas de comestibles, de artículos de ocio, de ropa,...pero no encontraba ninguna tienda que vendiese lo que él necesitaba.
El sol se estaba poniendo cuando el chico ya se estaba empezando a dar por vencido. En ese mismo momento, Sus ojos se posaron sobre una extraña y vetusta tienda con el escaparate lleno de artículos esotéricos y cabalísticos: atrapa sueños, velas de distintos colores y formas, extraños inciensos, talismanes, etc.
El joven muchacho entró en la tienda. El interior era igual de misterioso que la fachada. Un hombre de apariencia joven, alto y de pelo azabache y enmarañado lo miró con una mirada serena.
—Bienvenido —le saludó el dependiente con un tono de voz sosegado—. ¿En qué puedo ayudarte?
—Necesito una tabla de ouija y cuatro velas negras.
Sin mediar palabra, el dependiente entró en el almacén. Volvió con una tabla de ouija de madera oscura y letras blancas, y cuatro velas negras.
—Son 25 €, chico.
Bruno le entregó el dinero y se fue directo a la puerta, cuando la voz del dependiente le llamó.
—¡Espera un momento!
Bruno se volvió, pensando que le iba a decir los típicos peligros de la ouija y del espiritismo.
—Mira, pareces un muchacho bastante despierto y curioso. No te diré que no vayas a hacer lo que sé que harás, ya eres mayorcito. Pero tengo que advertirte que tengas cuidado con los espíritus.
—¿Se refiere a los casos de posesiones y poltergeist? No se preocupe tendré mucho cuidado —respondió Bruno con una inocente sonrisa.
El dependiente soltó un profundo suspiro, a la vez maldecía mentalmente el daño que había hecho toda la prensa amarilla, y a Hollywood en especial, acerca  del espiritismo.
—Escúchame bien, chico. El poder del mundo de Ultratumba va muchísimo más allá de unos muebles moviéndose solos y gente con los ojos en blanco hablando una mezcla de latín y arameo mientras echan espumarajos por la boca. Ten muchísimo cuidado, ¿vale?
El joven asintió fuertemente con la cabeza y se fue de la tienda, deseoso de usar los artículos que había comprado.
Había esperado a la medianoche para hacer el ritual. No tenía intención de que sus padres lo pillasen mientras hablaba con los muertos.
Encendió las cuatro velas negras a la vez que pensaba en la imagen de su amigo fallecido. Puso una moneda sobre la tabla a modo para que actuara a modo de enlace, para que el espíritu se pudieses comunicar. Final mente, Bruno formuló la primera pregunta:
—Guillermo, ¿estás ahí?
Durante unos segundos la moneda se mantuvo inmóvil, cuando de repente se movió sobre la tabla, hacia la palabra <SI>
En ese momento, Bruno experimentó un profundo frío que inundaba la habitación y sintió una brisa gélida en la espalda, como si alguien lo estuviera observando. Sin embargo, el muchacho no se armó de valor y continuó con la siguiente pregunta:
—¿Cómo moriste?
La moneda tardó unos segundos en reaccionar, se desplazó por la oscura tabla, formando con letras blancas la frase:
¿TANTO Ansias CONOCER MI MUERTE?
Bruno sintió que un tremendo escalofrío le recorrió la espalda, a la vez que notaba que la sensación de que  había alguien más se hacía más fuerte. Se armó con todo el valor que tenía y respondió a la pregunta.
—Sí, deseo conocer tu muerte.
Con lentitud, la moneda formó otra frase, la última respuesta de Guillermo.
QUE ASI SEA.
El corazón de Bruno latía con muchísima fuerza. Se dio cuenta del gran error que había cometido. Esperó varios minutos la temida respuesta, pero la moneda permanecía inmóvil.
          Bruno estaba desconcertado, de repente sintió que la temperatura en la habitación volvía a ser la de siempre y la sensación de compañía que él sentía iba desapareciendo poco a poco. El chico no lo entendía pero no le dio importancia y se fue a dormir. No tenía intención de hablar de esto con nadie, ni siquiera con Sergio y Rubén. <<Mañana sería un día normal, como todos los demás>>, pensó mientras caía en un sueño profundo.
Bruno se despertó. Sentía los miembros de su cuerpo entumecidos, no podía separarlos del cuerpo. Sintió una gran angustia cuando intentó moverse y no podía. Sus pulmones ardían por el sofocante y húmedo aire que inspiraban. Bruno no podía ver nada, solo una profunda y mortecina oscuridad total. Gritaba, pidiendo auxilio, pero era inútil, nadie podía ayudarlo. En la silenciosa oscuridad le acechaba el imparable gusano vencedor.
La luna menguante brillaba pálida en la oscura noche sin estrellas, observando inexpresiva el silencioso y oscuro cementerio.
En el cementerio, una figura paseaba solitaria. Observaba con sus ojos plateados las tumbas y nichos donde descansaba los corruptos cuerpos de los muertos. Su enigmática y plateada mirada se detuvo en una tumba que él conocía. En la tumba donde su antiguo amigo, Bruno, estaba a punto de unirse a los a él y a los demás en el interminable sueño con el gusano, en el oscuro y extraño mundo de ultratumba.

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